Benjamin Biolay o los vicios consentidos
A Benjamin Biolay la anglofilia le viene de lejos. De cuando de pequeño escuchaba el 'White Album' de los Beatles o leía a Scott Fitzgerald. De ahí a formar parte de una banda punk-rock u obsesionarse con el 'Meat is Murder' de los Smiths no hay mucho. Y sólo un paso más hasta dar con un primer trabajo como 'Rose Kennedy' (2001), un álbum conceptual alrededor de la familia del presidente asesinado, sobre todo, centrado en la figura de su hermano, el también malogrado 'Bobby' Kennedy.
Pero es difícil imaginar a alguien más francés que quien ocupa uno de los privilegiados inmuebles de Saint-Germain-de-Près o ha sido nuero de un símbolo nacional como Catherine Deneuve.
Estamos ante el nuevo gran cerebro de la música francesa. Compararle con Serge Gainsbourg es una obviedad, aunque su personalidad parezca mucho más introspectiva que la del prolífico autor de 'Historia de Melody Nelson'.
Una suerte de ojo que todo lo ve por cuyas manos han pasado Henri Salvador, Juliette Greco, Françoise Hardy, su propia hermana Coralie Clement y hasta la primera dama francesa, Carla Bruni, para la que produjo su disco de 2008, 'Comme si de rien n'était', y con quien se le ha relacionado últimamente, al parecer de manera equívoca.
Biolay abomina los estereotipos de la chanson. "Creo que la chanson no puede ignorar la existencia de The Velvet Underground o Nick Drake", ha declarado, y en ello justifica su libre discurrir entre el pop, la electrónica, las pinceladas jazz o su venerada tradición rock americana.
'La Superbe' es su quinto -doble- álbum, ambicioso, a veces oscuro, a veces luminoso, que él ha resumido así: "Es un disco épico, un ciclo de canciones que abre con una secuencia, el tema que da el título al disco, la vida de un personaje – que podría ser yo – durante un mes de verano. Todo es personal, pero nada es autobiográfico".
* 'La superbe' es el primer single del disco homónimo lanzado al mercado el pasado 19 de octubre.
** La pasada semana lo presentó durante tres noches en el Casino de París, agotando todas las localidades antes de tiempo.
*** Texto: Cristina Álvarez Cañas.
miércoles, 12 de mayo de 2010
sábado, 1 de mayo de 2010
'La silla de Fernando'
La vieja mercería de aquel pueblo de la sierra madrileña se llamaba París, como queriendo significar una pequeñísima mirilla hacia Europa. Es esa una de las primeras secuencias de 'El extraño viaje', un guiño del director al espectador para mostrar lo que la capital de Francia evocaba en aquella España en blanco y negro.
En el auditorio, a oscuras, al tiempo que en pantalla aparecía el luminoso de París junto al gesto pacato de la actriz Mª Luisa Ponte -cuyo personaje es el dueño de la mercería y guardián de la moral y las buenas costumbres en el lugar- se escuchaba también un unánime coro de sonrisas.
La película, de 1964, estaba incluida dentro del ciclo que el pasado mes de noviembre el Instituto Cervantes de París dedicó a Fernando Fernán Gómez. Para una expatriada en la capital de Francia, después de trabajar en una soberbia colección sobre los acontecimientos históricos de los últimos 70 años en España, aquello era como volver a casa.
Lo fue, no sólo en sentido figurado. Allí me encontré a Enrique Camacho, director del centro, con quien Juan Carlos Laviana -director adjunto de 'El Mundo'- había tratado en Madrid para hacer llegar aquellas colecciones a las sedes de todo el mundo.
Durante nuestra charla, se mostró entusiasmado con todo el trabajo. Me contagió. Cuando en un periódico no perteneces a la edición diaria pierdes la perspectiva. Te crecen telarañas y acabas instaurándote en otra realidad, en otro siglo, en otra época.
En noviembre de 2009 se cumplieron dos años del fallecimiento de Fernando Fernán Gómez y aquella muestra reunía otras películas como 'Mi hija Hildegart' (1977) o 'El viaje a ninguna parte' (1986). La retrospectiva se cerraba a través del visionado de 'La silla de Fernando', un documental que David Trueba y Luis Alegre rodaron en 2006.
Durante la entrevista, Fernán Gómez se retrata a sí mismo en un sincero vis-à-vis donde se descubre a un hombre hecho a sí mismo: polifacético, contradictorio, culto y con gran sentido del humor. Una enorme figura de la que todo país le gustaría presumir.
Habla de España, "a la que ama y desconoce" por igual, con cierta distacia. Reconoce que en "aquel momento" apoyó el golpe franquista porque "lo otro le parecía una barbaridad". Su posterior trayectoria ha corroborado una postura vital más allá del lastre de las dos españas, estigma del que, sin embargo, aún hoy no escapa la cultura oficialista.
"Ni ese color de pelo ni esos ojos son de español", en alguna ocasión le recriminaría más de uno en tono de humor.
* Extracto del documental de David Trueba y Luis Alegre 'La silla de Fernando' (2006).
** Texto: Cristina Álvarez Cañas
En el auditorio, a oscuras, al tiempo que en pantalla aparecía el luminoso de París junto al gesto pacato de la actriz Mª Luisa Ponte -cuyo personaje es el dueño de la mercería y guardián de la moral y las buenas costumbres en el lugar- se escuchaba también un unánime coro de sonrisas.
La película, de 1964, estaba incluida dentro del ciclo que el pasado mes de noviembre el Instituto Cervantes de París dedicó a Fernando Fernán Gómez. Para una expatriada en la capital de Francia, después de trabajar en una soberbia colección sobre los acontecimientos históricos de los últimos 70 años en España, aquello era como volver a casa.
Lo fue, no sólo en sentido figurado. Allí me encontré a Enrique Camacho, director del centro, con quien Juan Carlos Laviana -director adjunto de 'El Mundo'- había tratado en Madrid para hacer llegar aquellas colecciones a las sedes de todo el mundo.
Durante nuestra charla, se mostró entusiasmado con todo el trabajo. Me contagió. Cuando en un periódico no perteneces a la edición diaria pierdes la perspectiva. Te crecen telarañas y acabas instaurándote en otra realidad, en otro siglo, en otra época.
En noviembre de 2009 se cumplieron dos años del fallecimiento de Fernando Fernán Gómez y aquella muestra reunía otras películas como 'Mi hija Hildegart' (1977) o 'El viaje a ninguna parte' (1986). La retrospectiva se cerraba a través del visionado de 'La silla de Fernando', un documental que David Trueba y Luis Alegre rodaron en 2006.
Durante la entrevista, Fernán Gómez se retrata a sí mismo en un sincero vis-à-vis donde se descubre a un hombre hecho a sí mismo: polifacético, contradictorio, culto y con gran sentido del humor. Una enorme figura de la que todo país le gustaría presumir.
Habla de España, "a la que ama y desconoce" por igual, con cierta distacia. Reconoce que en "aquel momento" apoyó el golpe franquista porque "lo otro le parecía una barbaridad". Su posterior trayectoria ha corroborado una postura vital más allá del lastre de las dos españas, estigma del que, sin embargo, aún hoy no escapa la cultura oficialista.
"Ni ese color de pelo ni esos ojos son de español", en alguna ocasión le recriminaría más de uno en tono de humor.
* Extracto del documental de David Trueba y Luis Alegre 'La silla de Fernando' (2006).
** Texto: Cristina Álvarez Cañas
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