lunes, 30 de agosto de 2010

La primera ópera afroamericana

Cartel de 'Treemonisha 2010'

En 1911, el compositor estadounidense Scott Joplin, célebre por sus ragtimes, urdió sin saberlo un argumento tan universal que su vigencia permanecería intacta casi un siglo después.

'Treemonisha' fue la primera ópera afroamericana y, estilísticamente, supuso un puente entre los patrones de la música clásica y la música jazz.

Estrenada en 1915, en una sala de Harlem y con el propio Joplin al piano, la obra no volvería a rescatarse en Estados Unidos hasta mediados de los años 70. Esta resurección contempló también su primer registro fonográfico y la gran puesta de largo en Broadway con la que su autor había soñado.

La historia narra, a modo de fábula, la lucha de una mujer negra que reclama la alfabetización de su pueblo como única vía de salvación ante la exclusión social y la supeditación que sufren ella y los suyos. De alguna manera, la vida de Joplin queda plasmada en su obra ya que su formación musical la obtuvo gracias a las facilidades que le propició la familia blanca para la que su madre trabajaba.

Esta primavera la española Blanca Li fue la encargada de presentar un montaje que, por primera vez, cien años después, se escenificaba en la capital gala.

Bajada de telón en el Teatro Châtelet


* Texto: Cristina Álvarez Cañas

jueves, 26 de agosto de 2010

Los 70 años de la Resistencia



En 2010 Francia ha conmemorado el 70º aniversario de la llamada que el General De Gaulle hizo a la resistencia desde Londres, el 18 de junio de 1940, desencadenada por la ocupación nazi.

La gran columna vertebral de todos estos actos rememorativos es una ambiciosa exposición en Los Inválidos, abierta al público desde el pasado mes de junio, como la que ya inaugurara Nicolás Sarkozy hace un par de años.

También, en el Hôtel de Ville -el ayuntamiento de París- se ha desplegado un gran mural con el rostro del presidente galo confeccionado de pequeños recuadros que a su vez recogen las imágenes de muchos de los que se unieron al movimiento.

El Hôtel de Ville parisino

El pasado 14 de julio, día de la bastilla, ha sido uno de los más festejados de los últimos años por ese motivo. Los franceses dedican una enorme partida de sus presupuestos anuales a homenajes patrióticos y a recordar los valores que representan a la nación desde la Revolución Francesa. En cuanto a sus muertos, París también está llena de referencias más o menos explícitas en plazas, casas, puentes y parques. Una lección de historia constante.

El 26 agosto de 1944 tuvo lugar el desfile de la victoria sobre los Campos Elíseos que señalaba la liberación de la ciudad. Algunas imágenes de archivo de este momento y de la hermandad entre los soldados franceses y americanos se recogen en la película 'La última vez que vi París' , un melodrama que protagonizó Elisabeth Taylor en 1954.

Como se puede ver en una secuencia del filme, una llama siempre encendida sobre la 'Tumba del Soldado Desconocido', situada bajo el Arco del Triunfo, recuerda, en una ceremonia que aun hoy ocurre cada día, a los caídos en la guerra.

Pero todos estos homenajes no sólo conciernen a franceses, americanos e ingleses, también lo hacen a españoles, a los que participaron en la Resistencia. Por ejemplo, el ex presidente de la II República Largo Caballero pasó parte de su exilio en París en un campo de concentración nazi y luego sería enterrado junto con más compatriotas en el cementerio Père Lachaise*.


Estatua del General De Gaulle a las puertas del 'Grand Palais'

* El cuadrante noreste del cementerio Père Lachaise está dedicado a parte de los españoles exiliados en Francia tras la Guerra Civil.

** Texto: Cristina Álvarez Cañas

miércoles, 25 de agosto de 2010

'Voyeaur' con discrección

Vistas al Panteón de París


La cara fotográfica más conocida de París casi siempre nos lleva al pasado. Cientos de imágenes de prestigiosos fotógrafos como Robert Doisneau o Willy Ronis muestran el pálpito de la ciudad a lo largo del siglo XX. Postales en blanco y negro y otros materiales gráficos vendidos en las librerías del Marais y del Barrio Latino y en las que se recoge la cotidianidad de la ciudad.


La interesante obra de la joven artista Floriane de Lassée (París, 1977) rompe con todos estos cánones. El París que ella muestra es un París futurista e inmenso, en conexión con otras megalópolis del globo, donde contrapone la enormidad de la urbe con la intimidad del hogar, a la que ella se asoma con discrección.

Estambul, Moscú, Nueva York, Tokio, Shanghai, Dubai y Las Vegas han sido fotografiadas desde las alturas para una colección que ha titulado 'Inside Views' y que hasta el 9 de septiembre se exhibe en la Alianza Francesa de Madrid.


Niebla verde en Pekín



Más que una fotógrafa de "clic-clac" -como ella misma cuenta-, todo el día con la cámara en mano, de Lassée se ve como una artista plástica que disfruta experimentando con la composición y los colores. Su obsesión por el negro se alimenta de la nocturnidad, sin embargo, en su trabajo, la oscuridad queda aminorada por las luces artificiales y el rastro que éstas dejan tras de sí.



Enjambre de luces (NYC)



Esta asombrosa y elegante mirada, que a muchos les sugiere pasajes de películas como 'Blade Runner' o 'Lost in Translation', tuvo su origen en el tiempo que Lassée pasó estudiando en Nueva York, entre los años 2003 y 2005.

"Mi primera intención fue fotografíar la ciudad, arquitectónicamente hablando, desde mi terraza, pero más tarde comencé a observar a mis vecinos. Mi habitación daba a la sala de recreo de una de las comisarías del East Village y era muy divertido ver a los policías de uniforme jugando al ping-pong".

Desde entonces, tiene predilección por la instantánea que combina una figura humana en primer plano y en contraposición un horizonte urbano inmenso. Así es como ella retrata los hormigueros humanos de todas esas ciudades que nunca duermen.

Panorama neoyorquino con el Empire State de fondo en 'Inside Views'

* Texto: Cristina Álvarez Cañas.

martes, 24 de agosto de 2010

El regreso del rabino

En el verano de 2009, Leonard Cohen ofreció la que fue la gira de continuación de su inesperado regreso de 2008 con su celebrado doble álbum en vivo 'Live in London'.

Además del siguiente reportaje, dentro del especial dedicado al canadiense en la revista Metrópoli se incluían los testimonios de algunas caras conocidas de la cultura española y la significación que el artista judío había tenido en sus vidas.

Javier Crahe, retirado de la vida pública como Cohen, decía lo siguiente: "Es el artista vivo que más me gusta. Hará unos 20 años, en una visita a España, le saludé en un hall de un hotel, le comenté que mi mujer era canadiense y cuando la vio me dijo: 'You're a lucky man'. Fue curioso porque hacía un año me lo había encontrado en un cafe de la plaza de los Vosgos, en París, y no me había atrevido a decirle nada'".


Leonard Cohen sonríe


Leonard Cohen en Londres

En 1998, Leonard Cohen, con 64 años y en medio de un deliberado recogimiento, fiaba para largo una posible reconciliación con los escenarios: "No creo que vuelva a hacer una gira, pero nunca digas jamás, porque nunca se sabe cuándo puedo tropezar con otra excepcional botella de vino tinto".

Se lo confesaba por entonces a su traductor al castellano, a la postre amigo y confidente, Alberto Manzano. Diez años más tarde, el canadiense aparecía con una copa de rioja durante su actuación en el FIB Heineken. Aquél supuso su primer ciclo de conciertos en 15 años y la primera visita a España en otros tantos.

Pero la gira de regreso de 2008 no significaba que Mr. Cohen tuviera que desdecirse de sus palabras sólo por haberse tomado una o dos copitas de más. Su situación económica era de dominio público. Había sido desvalijado por su mánager y amante, que se llevó cinco millones de dólares de su cuenta corriente, dejándole la ridícula cantidad de 150.000 dólares para alguien que contaba por millones las ventas de sus discos.

Etapa Zen


De este feo culebrón surgió el tour que le devolvió al trasiego habitual de una estrella, un estatus del que había huido en 1994 cuando ingresó en un monasterio zen californiano. Compartía por la naturaleza y por este dogma el mismo interés que en su día manifestó el beat Gary Snyder, frente a los urbanitas de Kerouac y compañía, con quien Cohen había coincidido tiempo atrás.

Lo que no sabía el monje reservado es que a la salida de la madriguera le esperaría ansioso su público de siempre y una legión de nuevos fans que ya tenía pocas esperanzas de verle en directo.

Londres abrió la veda de aquellos 84 conciertos de 2008, a los que asistieron más de 700.000 personas y cuya única cita en España fue Benicàssim. Un trajín que, lejos de empujarle otra vez al cultivo de su espiritualidad, le procuró nuevas energías. A principios de este año, Cohen anunciaba otra gran gira con parada también en nuestro país.

Las malas lenguas afirman que el canadiense sigue necesitando dinero, pero las especulaciones no afectan a alguien tan acostumbrado a los altibajos comerciales. Desde el éxito de su primer disco ('Songs of Leonard Cohen', 1967), ha sobrevivido a varias temporadas irregulares que finalmente darían con su resurrección en 1988: 'I'm Your Man'.

Y nunca ha negado que el salto de la literatura a la música lo desencadenara una factura sin pagar. Pero tampoco le pesó ningún conflicto artístico. Así se lo ha reconocido al propio Alberto Manzano: sus versos, musicados o no, son lo mismo, no encuentra distinción entre poesía y canción.

Otro brete son las vicisitudes emocionales de quien fue catalogado por la prensa como el "depresivo no químico más poderoso del mundo". Sucedió en 1975, el padre, esposo y amante de Suzanne tocó fondo. Abrumado por sí mismo y por su triple responsabilidad, Cohen se retiró a la isla griega de Hydra, donde años atrás había conocido a otra de las mujeres de su vida, Marianne.

En España

Ahora, ese mismo hombre se encuentra bien, exhibiéndose con orgullo por los escenarios de medio mundo a sus casi 75 años y disfrutando en su vejez de un cariño ajeno que había despistado. Es como si pretendiera alargar la buena racha (lo que dure ésta) porque quizás sepa que la próxima vez que se retire será para siempre.

En esta gira de 2009, la agenda de Cohen ha sido generosa con nuestro país (tiene previstos nueve conciertos entre julio y septiembre) como lo está siendo el público español con él: Vigo y Gerona ya cuelgan el cartel de 'no hay entradas'.

Hace 35 años, en 1974, pisó por primera vez España para dar dos recitales, uno en Barcelona y otro en Madrid. Por entonces acababa de editarse 'New Skin for The Old Ceremony' y su portada, que mostraba a dos ángeles haciendo el amor, fue censurada por el franquismo colocando alas donde no las había.

Él voló, regresó a Montreal, pero la relación que le unía a España era vieja y encerraba una regresión adolescente. En ella, Lorca tenía que ver todo. Aquél fue poeta en Nueva York, y el canadiense quiso serlo en Granada tras descubrir a los 16 años una conexión mística con el genio andaluz de la que nunca se ha desprendido.

La vena flamenca de Cohen explotó, por casualidad, gracias al otro trocito de corazón gitano que guarda en Granada: Enrique Morente. En 1993, Manzano lió de buena gana al gran rebelde del género para grabar un disco donde llevar a su terreno las canciones del poeta judío. Hoy, 'Omega' (1996) es tenido como uno de los álbumes más importantes de la música española.

Todos los clásicos

De Lorca, en el repertorio actual permanece 'Take This Waltz'. En todas las ciudades, el 'setlist' ha sido idéntico (una escogida colección de sus grandes clásicos) y todo apunta a que no habrá demasiados ajustes en las fechas españolas. Casi con total seguridad quien pague una entrada podrá escuchar su canción favorita de Cohen.

Es el agradecimiento de alguien que hoy gasta sombrero y maneras de sabio poco dispuesto a dar consejos. Su placer está en complacer, y desprende sobre los escenarios una elegante soberbia que en él suena modesta: "Nací así, no tuve elección, con el regalo de una voz de oro", cantaba y canta en 'Tower of Song', porque ésta también la incluye.

Lo que ocurra después del tour (que cierra filas el 21 de septiembre en Barcelona) ya se verá. En 2009, la barba de rabino de Leonard Cohen se ha evaporado, igual que él lleva haciendo toda su vida. Un Guadiana que aparece y desaparece cuando lo cree necesario.

De momento, lo vemos, pero sólo hasta que Jikan ('El silencioso', como le llaman en su círculo zen) estime conveniente volver a callarse. Entonces todos diremos amén, o como se diga en la religión de Buda.

* Texto: Cristina Álvarez Cañas.

lunes, 23 de agosto de 2010

'Je ne veux pas travailler' (des vacances)


Acaban de estar de gira por España, el 27 de julio en Madrid y el 28 en Barcelona. Los norteamericanos Pink Martini se hicieron conocidos hace ya algunos añitos con una de esas canciones que todo el mundo tararea pero que pocos aciertan a dar con el nombre. Eso debe de ser porque, en el fondo, a pesar de su dilatada carrera, los discos se los toman con calma -cuatro trabajos han grabado en doce años- y, además, tampoco son habituales de los medios de comunicación.

Aquel tema, que se llamaba 'Sympathique' y que se reconoce sobretodo por el pegadizo estribillo -'Je ne veux pas travailler' ('yo no quiero trabajar')-, es la banda sonora perfecta de cualquier tarde de agosto o de domingo perezoso.

Pudiera pensarse que fue Edith Piaf la primera en interpretarlo pero no, viene firmado por el pianista e ideólogo de Pink Martini, Thomas M. Lauderdale, y por su cantante, China Forbes.

El combo juega así al despiste en un repertorio atemporal donde coexisten versiones de temas populares de décadas pasadas junto a su propia reinterpretanción de esos mismos estilos musicales: el bolero, el swing, el lounge... Lo que también explica que utilicen varios idiomas, no sólo el francés o el inglés, para confeccionar sus trabajos: se decantan por el castellano, portugués, italiano y hasta por el japonés.

El éxito internacional de esta 'orquesta' itinerante, que es recibida como un acontecimiento espectacular durante sus giras debido a su gran número de músicos sobre el escenario, se disparó en Francia aunque, durante la presentación de su cuarto y reciente álbum, 'Splendor in the grass', el propio Lauderdale acaba de confesar su última gran conquista: Turquía.






* Pink Martini actuando en el show de David Letterman el 14 de junio de 2007.

** 'Hey Eugene!, ¿Te acuerdas de mí? ... me dijiste que era la mejor bailarina de salsa con la que jamás te habías cruzado en la ciudad de Nueva York'.

*** Texto: Cristina Álvarez Cañas.

domingo, 22 de agosto de 2010

Rosenvinge & Biolay

El pasado 21 de junio, Día de la Música, Benjamin Biolay dejó plantada a Christina Rosenvinge, con la que tenía que interpretar 'La idiota en Mi (Mayor)', canción que ambos habían grabado esta primavera en París.

Hace un par de años, Rosenvinge -ex neoyorquina de adopción, junto a su ex marido el escritor Ray Loriga, y que facturó en su día una trilogía enteramente en inglés- contestaba así a las preguntas planteadas desde la revista Metrópoli:

'Vivo en el caos interior y exterior'



Como bien dice en una de sus canciones, Christina Rosenvinge (Madrid, 1964) ya no es ninguna chiquilla, aunque el tiempo se haya aliado con ella para hacernos creer lo contrario. Sus más de 20 años en el mundo de la música dejan una trayectoria bilingüe y bien estructurada en la que su reciente último disco, 'Tu labio superior', supone el comienzo de un nuevo ciclo.

Los límites de la complejidad humana que ha sabido describir con tanta picardía como inteligencia en estos sus once nuevos temas resultan casi tan atemporales como su autora.

Pregunta.- Artísticamente, parece que no le gusta romper abruptamente con el pasado. Tu labio superior comienza con una colaboración de Nacho Vegas, con quien el año pasado publicó Un verano fatal, y sus álbumes siempre han ido en bloques diferenciados.

Respuesta.- Bueno, todo lo que hago está relacionado. No hay una frontera violenta. Las canciones van surgiendo de manera natural y se van agrupando en discos que, en mi caso, cumplen etapas. Hice dos con Alex y Christina, luego tres en solitario, más tarde vinieron los que hice en inglés y éste es posible que tenga continuidad.

P.- ¿De qué se alimenta su universo literario?

R.- Con este disco estaba leyendo un libro de poemas de Bertolt Brecht y creo que ha influido de una manera indirecta ese mundo violento e irónico, reflejado al mismo tiempo con tanto desparpajo.

P.- ¿A qué le dedica más tiempo, a leer o a escuchar música?

R.- A escuchar música. Leer, tal y como es mi vida últimamente, es un lujo escaso.

P.- Ha precisado mucho en el vocabulario, incluso en las canciones más sencillas, como Tu boca.

R.- Creo que la autodepuración es una de las virtudes fundamentales que hay que tener en este trabajo. Lo normal es que en todas las cuestiones dude muchísimo: los zapatos que me voy a poner, lo que voy a comer o si quiero ver una película u otra. En la música, desde que escribo la primera línea, siempre voy en la misma dirección.

P.- ¿Son ahora las letras sexualmente más explícitas o es que en inglés nos enterábamos menos?

R.- Sí, de hecho en inglés nunca me he atrevido a tocar ese tema porque es muy delicado. En Tu labio superior lo trato con cierta ironía y humor, a veces de manera metafórica. Ha salido así, no sabría decirte por qué, pero he encontrado la manera de hacerlo y ha sido muy tentadora.

P.- Los textos son ahora en castellano pero sigue yendo a EEUU a grabar. Salvando las distancias, ¿por dónde cree que van la escena estadounidense y la española?

R.- Nueva York es un lugar de intercambio de ideas, un mundo muy vivo, muy abierto. La música en España pertenece más a un submundo; aquí se pasa más tiempo hablando de música que haciéndola. Pero en los últimos años hay una nueva generación de músicos que hacen las cosas de otra manera. Ha habido un enriquecimiento general. Soy muy optimista porque, cuanto más tiempo pasa, más tradición pop hay.

P.- ¿Alguna vez le ha resultado molesta la imagen dulce que proyecta?

R.- No, que va. Aunque trato de integrarlo todo, ésa es una de las cosas que tengo a favor y una parte fundamental de lo que hago.

P.- En el libro Serge Gainsbourg: la biografía (de Sylvie Simmons), se decía que era escrupulosamente ordenado porque el gran desorden estaba en su cabeza. ¿Le sucede algo parecido?

R.- Sí, también lo he leído. Yo vivo en el caos, interior y exteriormente, lo cual es bastante obvio (ríe).

P.- Revele el secreto: ¿cuál es la distancia adecuada (título de su primer single)?

R.- Mmm, todavía no lo sé. Creo que en el vídeo sugerí que eran cuatro pasos, tres palmos y siete dedos… (ríe). Hay una especie de lucha de poder en cada pareja, según la cual si uno da un paso hacia delante, el otro lo da atrás. Se trata de la distancia a la que te tienes que poner de alguien para no ser avasallado y no avasallar, para salir sano y salvo.


* Entrevista por Cristina Álvarez Cañas.

** Confidencias de los dos artistas en el cara-cara que mantuvieron para Heineken.es

lunes, 16 de agosto de 2010

'Paris pas cher' (Memoria de estancia II)

Panorama de la ciudad desde el parque de Belleville

Belleville y Montmartre: a vista de pájaro

Una visita a París no sería lo mismo sin admirarla desde las alturas. La alternativa a los 13 y 11 euros de las vistas desde la Tour Eiffel y la de Montparnasse es la basílica del Sacre Coeur, en la cima de Montmartre. A ella se sube a pie o mediante funicular (1,70 euros).

En el noreste se encuentra la otra colina que flanquea París y sobre ella el parque de Belleville (en el distrito 20), a donde muchos parisinos acuden a ver atardecer. Si es sábado podrá encontrar, además de un mercadillo, representaciones de teatro callejero y vecinos vendiendo porciones de gâteau au chocolat (pastel de chocolate) por 50 céntimos. Este barrio de tradición obrera que vio nacer a Edith Piaf cuenta cada día con más adeptos debido a su diversidad cultural y artística. La Rue Dénoyez, por ejemplo, es un santuario del arte del grafitti.

La Rue Dénoyez, un lugar para el arte callejero

Con las primeras luces, no muy lejos de Belleville, escogemos el Canal de Saint Martin para ir a cenar. Se llega a través la Rue des Récollets, en cuyos bares se puede improvisar un aperitivo francés pidiendo un kir cassis (vino blanco con licor de cassis) o un mónaco (cerveza con granadina). De entre las brasseries de alrededor de los muelles (quais), Le Valmy, con terraza en verano, sirve un esmerado confit de pato por menos de 15 euros.

Si nuestro presupuesto es más ajustado siempre cabe la posibilidad de alternar por los bares más baratos de la calle de moda: Oberkampf, partiendo del metro Parmentier, o planear un picnic nocturno y clandestino a los pies de la Torre Eiffel.

Incluso es posible cenar gratis en el café Babel (Boulevard de Ménilmontant, 109): los jueves cada consumición incluye el típico moules et frites (mejillones con patatas fritas) y los viernes cuscús.

Sin abandonar el canal, el club Point Ephemère programa sesiones de música electrónica, a lo que la Favela Chic (Rue du Faubourg du Temple, 18) añade ritmos brasileiros. Para una copa más tranquila, la Rhumerie del boulevard de Saint-Germain, con más de 75 años de historia antillana, dispone de múltiples variedades de ron desde los cinco hasta los ocho euros. Un bon marché teniendo en cuenta que en París un combinado en una discoteca ronda los 12 euros.

* Texto y fotos: Cristina Álvarez Cañas

'Paris pas cher' (Memoria de estancia I)

La Torre Eiffel desde Montmartre

Diez meses sin parar en París. De norte a sur y de este a oeste. La huella de la estancia física -aunque este blog no se refiera a estancias físicas-. Algunas recomendaciones, para no gastarse demasiado dinero durante una escapada, en este reportaje publicado originariamente en OchoLeguas.com (El Mundo.es)

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En francés no existe la palabra barato y muchos pensarían que en París tampoco. Caprichos idiomáticos. Directamente se hace uso de la expresión pas cher -que quiere decir no caro-, o si no del binomio bon marché -que significa algo así como ganga-. Demasiadas películas, libros y fotografías remiten al mito intangible construido alrededor de París que, como si fuera un maniquí de pret à porter, vive encorsetada en su imagen de lujo y opulencia.

Rastrear rutas más asequibles que el gran París de los Campos Elíseos puede ser muy gratificante. Sobre todo cuando uno visita la capital de Francia en estos tiempos ajustados y ha de atribuirse las palabras que Ernest Hemingway acuñó en su etapa parisina: «Éramos pobres pero muy felices».

Precisamente este recorrido comienza en la casa en la que el escritor de Illinois habitó en 1922. Ese número 74 de la calle Cardinal Lemoine nos conduce inmediatamente a la plaza Contrescarpe, a la que deja atrás en uno de sus extremos la larguirucha Rue Mouffetard. Una callejuela llena de comercios cuyo nombre deriva de la palabra mofeta. Pero allí todos los olores son buenos y algunos despiertan el estómago. Provienen de Chez Nicos, un pequeño establecimiento donde probar sus excelentes galettes (crêpes salados) por menos de cinco euros, como la que combina queso de cabra, patata y champiñones (4,5 euros).

Hora de cenar en la Rue des Canettes

Las crêperies están por todas partes. Recomendamos la animada Rue des Canettes, en Saint-Germain-de-Près. Una vez allí, se puede aprovechar y entrar gratuitamente en la Iglesia de Saint Sulpice para contemplar los frescos de Delacroix. Sin abandonar la zona, en la Rue de Seine, se encuentra la mejor heladería de París, Grom, que compite discretamente con las afamadas Berthillon y Amorino. Si se ha optado por seguir las huellas literarias del Barrio Latino, la próxima parada será la librería Shakespeare & Co, con ejemplares de segunda mano a buen precio entre las mismas paredes que en su día sirvieron de refugio a escritores de la Generación Perdida.

El interior de Shakespeare & Co invita a la lectura relajada


Le Marais: a las puertas de la Bastilla

Cruzando el Sena por el puente de Saint Michel se deja a la derecha la Catedral de Notre Dame rumbo a Le Marais, antigua zona pantanosa hoy convertida en núcleo de las comunidades homosexual y judía. Nuestro objetivo ahora es conocer el Museo Carnavalet. La historia de la ciudad desde sus orígenes romanos queda retratada a través de un legado que incluye piezas de mobiliario, artesanía y otras obras de arte. Y tampoco habrá que rascarse el bolsillo para entrar.

Ajetreo diurno en las calles de Le Marais

Si aún no se ha comido, en Chez Marianne (Rue des Hospitalières, 2) por un menú degustación asquenazí para dos personas pagaremos 26 euros. Y para disfrutar del postre -que bien podría tratarse de una delicatessen de la pastelería judía Murciano en la calle Des Rosiers- nos reservamos el paseo bajo los soportales de la Plaza de los Vogues, la más antigua de París. Además de curiosear por sus galerías de arte, en el número 6 se esconde la casa-museo donde vivió el escritor Víctor Hugo, que también es posible visitar sin desembolsar un euro.

Puede ser que tanto caminar haya hecho mella en nuestros pies y necesitemos un descanso. Atravesaremos de nuevo el río hacia la orilla izquierda para llegar al Museo Rodin. Por un euro (ver el museo completo cuesta 6) podremos acceder a sus jardines y contemplar, entre otras, la escultura de El Pensador mientras desde el césped se disfruta de las vistas a la cúpula de Los Inválidos.


Los jardines del Museo Rodin, uno de sus mayores reclamos