Además del siguiente reportaje, dentro del especial dedicado al canadiense en la revista Metrópoli se incluían los testimonios de algunas caras conocidas de la cultura española y la significación que el artista judío había tenido en sus vidas.
Javier Crahe, retirado de la vida pública como Cohen, decía lo siguiente: "Es el artista vivo que más me gusta. Hará unos 20 años, en una visita a España, le saludé en un hall de un hotel, le comenté que mi mujer era canadiense y cuando la vio me dijo: 'You're a lucky man'. Fue curioso porque hacía un año me lo había encontrado en un cafe de la plaza de los Vosgos, en París, y no me había atrevido a decirle nada'".
Leonard Cohen sonríe
Leonard Cohen en Londres
En 1998, Leonard Cohen, con 64 años y en medio de un deliberado recogimiento, fiaba para largo una posible reconciliación con los escenarios: "No creo que vuelva a hacer una gira, pero nunca digas jamás, porque nunca se sabe cuándo puedo tropezar con otra excepcional botella de vino tinto".
Se lo confesaba por entonces a su traductor al castellano, a la postre amigo y confidente, Alberto Manzano. Diez años más tarde, el canadiense aparecía con una copa de rioja durante su actuación en el FIB Heineken. Aquél supuso su primer ciclo de conciertos en 15 años y la primera visita a España en otros tantos.
Pero la gira de regreso de 2008 no significaba que Mr. Cohen tuviera que desdecirse de sus palabras sólo por haberse tomado una o dos copitas de más. Su situación económica era de dominio público. Había sido desvalijado por su mánager y amante, que se llevó cinco millones de dólares de su cuenta corriente, dejándole la ridícula cantidad de 150.000 dólares para alguien que contaba por millones las ventas de sus discos.
Etapa Zen
De este feo culebrón surgió el tour que le devolvió al trasiego habitual de una estrella, un estatus del que había huido en 1994 cuando ingresó en un monasterio zen californiano. Compartía por la naturaleza y por este dogma el mismo interés que en su día manifestó el beat Gary Snyder, frente a los urbanitas de Kerouac y compañía, con quien Cohen había coincidido tiempo atrás.
Lo que no sabía el monje reservado es que a la salida de la madriguera le esperaría ansioso su público de siempre y una legión de nuevos fans que ya tenía pocas esperanzas de verle en directo.
Londres abrió la veda de aquellos 84 conciertos de 2008, a los que asistieron más de 700.000 personas y cuya única cita en España fue Benicàssim. Un trajín que, lejos de empujarle otra vez al cultivo de su espiritualidad, le procuró nuevas energías. A principios de este año, Cohen anunciaba otra gran gira con parada también en nuestro país.
Las malas lenguas afirman que el canadiense sigue necesitando dinero, pero las especulaciones no afectan a alguien tan acostumbrado a los altibajos comerciales. Desde el éxito de su primer disco ('Songs of Leonard Cohen', 1967), ha sobrevivido a varias temporadas irregulares que finalmente darían con su resurrección en 1988: 'I'm Your Man'.
Y nunca ha negado que el salto de la literatura a la música lo desencadenara una factura sin pagar. Pero tampoco le pesó ningún conflicto artístico. Así se lo ha reconocido al propio Alberto Manzano: sus versos, musicados o no, son lo mismo, no encuentra distinción entre poesía y canción.
Otro brete son las vicisitudes emocionales de quien fue catalogado por la prensa como el "depresivo no químico más poderoso del mundo". Sucedió en 1975, el padre, esposo y amante de Suzanne tocó fondo. Abrumado por sí mismo y por su triple responsabilidad, Cohen se retiró a la isla griega de Hydra, donde años atrás había conocido a otra de las mujeres de su vida, Marianne.
En España
Ahora, ese mismo hombre se encuentra bien, exhibiéndose con orgullo por los escenarios de medio mundo a sus casi 75 años y disfrutando en su vejez de un cariño ajeno que había despistado. Es como si pretendiera alargar la buena racha (lo que dure ésta) porque quizás sepa que la próxima vez que se retire será para siempre.
En esta gira de 2009, la agenda de Cohen ha sido generosa con nuestro país (tiene previstos nueve conciertos entre julio y septiembre) como lo está siendo el público español con él: Vigo y Gerona ya cuelgan el cartel de 'no hay entradas'.
Hace 35 años, en 1974, pisó por primera vez España para dar dos recitales, uno en Barcelona y otro en Madrid. Por entonces acababa de editarse 'New Skin for The Old Ceremony' y su portada, que mostraba a dos ángeles haciendo el amor, fue censurada por el franquismo colocando alas donde no las había.
Él voló, regresó a Montreal, pero la relación que le unía a España era vieja y encerraba una regresión adolescente. En ella, Lorca tenía que ver todo. Aquél fue poeta en Nueva York, y el canadiense quiso serlo en Granada tras descubrir a los 16 años una conexión mística con el genio andaluz de la que nunca se ha desprendido.
La vena flamenca de Cohen explotó, por casualidad, gracias al otro trocito de corazón gitano que guarda en Granada: Enrique Morente. En 1993, Manzano lió de buena gana al gran rebelde del género para grabar un disco donde llevar a su terreno las canciones del poeta judío. Hoy, 'Omega' (1996) es tenido como uno de los álbumes más importantes de la música española.
Todos los clásicos
De Lorca, en el repertorio actual permanece 'Take This Waltz'. En todas las ciudades, el 'setlist' ha sido idéntico (una escogida colección de sus grandes clásicos) y todo apunta a que no habrá demasiados ajustes en las fechas españolas. Casi con total seguridad quien pague una entrada podrá escuchar su canción favorita de Cohen.
Es el agradecimiento de alguien que hoy gasta sombrero y maneras de sabio poco dispuesto a dar consejos. Su placer está en complacer, y desprende sobre los escenarios una elegante soberbia que en él suena modesta: "Nací así, no tuve elección, con el regalo de una voz de oro", cantaba y canta en 'Tower of Song', porque ésta también la incluye.
Lo que ocurra después del tour (que cierra filas el 21 de septiembre en Barcelona) ya se verá. En 2009, la barba de rabino de Leonard Cohen se ha evaporado, igual que él lleva haciendo toda su vida. Un Guadiana que aparece y desaparece cuando lo cree necesario.
De momento, lo vemos, pero sólo hasta que Jikan ('El silencioso', como le llaman en su círculo zen) estime conveniente volver a callarse. Entonces todos diremos amén, o como se diga en la religión de Buda.
* Texto: Cristina Álvarez Cañas.
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